El Papa León XIV exhortó a los obispos a ser siempre hombres de comunión y a respetar las normas ante casos de abusos

El Papa Francisco se encontró en la Basílica Vaticana con los obispos que arribaron a Roma para celebrar su Jubileo. Les instó a “ir contracorriente” para “anunciar que la esperanza no decepciona”, incluso ante situaciones dolorosas que parecen no tener solución. El Pontífice les aconsejó adoptar una pobreza evangélica, ser cercanos y mantener una postura firme y decidida en casos de escándalo.

Tras la peregrinación a la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro y su participación en una misa, los prelados escucharon la reflexión del Santo Padre. Este comenzó expresando su agradecimiento a todos por su compromiso de venir “en peregrinación a Roma, conscientes de las exigencias urgentes del ministerio”. Posteriormente, el Papa Francisco delineó las características que deben definir a los obispos: pastores que sirven de ejemplo a través de su palabra y testimonio, quienes en ocasiones deben “ir contra corriente” para “proclamar que la esperanza no decepciona”.

“El pastor es un testigo de esperanza, ejemplificando una vida profundamente arraigada en Dios y completamente dedicada al servicio de la Iglesia”, afirmó el Papa, quien luego describió las cualidades que configuran su testimonio.

En primer lugar, “el obispo representa el principio visible de unidad en la Iglesia particular que se le ha confiado. Su responsabilidad es asegurarse de que se construya en comunión entre todos sus miembros y con la Iglesia universal, valorando las aportaciones de los distintos dones y ministerios para el crecimiento conjunto y la difusión del Evangelio”. En este servicio, al igual que en toda su misión, el obispo recibe una gracia divina especial otorgada en su ordenación episcopal, que lo sostiene como maestro de la fe.

En segundo lugar, el obispo debe ser un hombre de vida teologal. Es decir, debe ser completamente receptivo a la acción del Espíritu Santo, quien despierta en él la fe, la esperanza y la caridad, alimentándolas como una llama en diversas situaciones de la vida.

Particularmente, cuando el camino del pueblo se vuelve más complicado, el pastor, gracias a la virtud teologal, ayuda a evitar la desesperación, no solo con palabras, sino a través de su cercanía. Cuando las familias enfrentan cargas excesivas y las instituciones públicas no brindan el apoyo necesario; cuando los jóvenes se sienten desilusionados y cansados de mensajes engañosos; cuando los ancianos y las personas con discapacidades severas se sienten abandonados, el obispo está presente, ofreciendo no soluciones, sino la experiencia de comunidades que intentan vivir el Evangelio con simplicidad y generosidad.

La lealtad, la sinceridad, la generosidad, la apertura de mente y corazón, la capacidad de alegrarse con quienes están alegres y sufrir con quienes padecen, el autocontrol, la delicadeza, la paciencia, la discreción, una gran disposición para escuchar y dialogar, y la disponibilidad para servir: todas estas virtudes, que cada uno de nosotros posee en mayor o menor medida por naturaleza, pueden y deben ser cultivadas a imagen de Jesucristo, con la gracia del Espíritu Santo.

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